Internet, los millennials, innovators, influencers… Paloma Díaz Soloaga es Profesora Titular de Intangibles y Moda en la Universidad Complutense de Madrid. Fue una de las principales ponentes en el Congreso Interaxion 2018, “La aventura de educar a los líderes digitales del futuro”, celebrado en septiembre en Bilbao.
¿Qué consecuencias tiene que la sociedad de hoy premie tanto la belleza, el aspecto externo?
La principal consecuencia es que cuando se presta tanta importancia al continente, se deja de lado el contenido, así que, aunque parezca una paradoja, en una sociedad hiper-conectada el riesgo de frivolizar la vida, quedarse en una versión superficial de la realidad, es más elevado hoy que en otros momentos de la historia.
¿Es realista tratar de impedir que internet influya en los comportamientos y estilos de vida de nuestros hijos?
Al contrario. Pienso que es posible crear un ambiente en la familia que transmita a los adolescentes el interés de tantos aspectos de la realidad que despierta su curiosidad y amplíe sus horizontes. El ejercicio de una actividad de manera voluntaria, asociada al juego y al tiempo libre, no solo entretiene, sino que aleja de la vacuidad de otras formas de ocio que centran a los jóvenes en aspectos como su propia imagen o la aceptación de los demás como cauce para la propia aceptación.
Millennials, innovators, influencers… ¿No va todo demasiado rápido? ¿Se está rompiendo la comunicación entre generaciones?
La comunicación y la interrelación entre generaciones es fundamental en la formación de los jóvenes. Se hace mucho hincapié en adaptarse a los modos de hacer y hablar de los Millennials, pero de igual manera deberíamos educar a niños y adolescentes en que aprendan a escuchar y hablar, para poder comprender, a las personas mayores. Por eso pienso que es bueno esforzarse por hacer que en las familias el centro de atención no sea siempre el niño, el adolescente, el joven. Soy de la opinión de que los jóvenes que realmente cambiarán el futuro serán aquellos que logren dominarse a sí mismos, gracias a las herramientas que les han dado sus padres. La capacidad de establecer una conversación real con las personas mayores de su entorno me parece una de las mayores capacidades que se pueden dar a un joven hoy en día.
¿Cómo ser influencers de nuestros hijos en el día a día? ¿Tienen los padres/educadores algo de poder frente a internet si hablamos de modelos educativos?
Pienso que, como en casi todo en la vida, se trata de predicar con el buen ejemplo. El autocontrol es la mejor ayuda que podemos dar a nuestros hijos. Deben notar en nuestro comportamiento que el tiempo que pasamos con ellos es de calidad y que nos interesa conversar con el resto de la familia, mostrando un interés auténtico por lo que nos cuentan.
¿Cómo proponer buenos modelos en la red a nuestros hijos? ¿A qué influencers propondría seguir usted?
Como de lo que se trata es de ayudarles, yo les sugeriría el ejercicio de identificar en las redes a personas (jóvenes o mayores) que estén desarrollando de alguna manera lo que ellos querrían alcanzar en el futuro: su gran sueño. La música, la robótica, la astronomía, la pintura, el deporte, son algunas de las fuentes de inspiración que pueden ayudar a identificar personas que pueden influir en nuestros hijos.
Otra recomendación es revisar con ellos algunas de los influencers más seguidos y hacerles pensar en el motivo de su éxito. Eso les puede ayudar a ser reflexivos, a pensar en qué recorrido vital quieren hacer ellos.
¿Qué consejos daría a las familias que nos leen?
Les diría que pasen tiempo realizando actividades reales, no de evasión, lejos de internet: excursiones al campo, donde los niños, los adolescentes, incluso los jóvenes que viven aún con sus padres puedan pasar tiempo juntos. Ir de acampada o a una casa rural donde no haya conexión a Internet durante unos días es algo enormemente útil porque activa de nuevo la creatividad y la imaginación de toda la familia.
En cualquier caso, esto no se debe plantear como un “castigo” a los hijos porque están enganchados a las redes, sino que es algo que, si se cultiva desde que son pequeños, será una ocasión de fomentar en ellos los valores que en la teoría nos gustaría transmitir: la contemplación de la belleza, superar las dificultades, pequeñas incomodidades y posibles inclemencias de la vida en el campo o al aire libre, la fortaleza de aguantar una caminata, una tarde de pesca en el río o cualquier otra actividad donde el paso de tiempo se ralentiza en comparación con el ritmo de la ciudad.